martes, 17 de septiembre de 2019
domingo, 8 de septiembre de 2019
EPISTEMOLOGÍA: FICHA Nº 7
2º-IFD
MALDONADO-CERP DEL ESTE
Prof. Zaida Montenegro
LA TECNOLOGÍA SE CONVIERTE EN EL NÚCLEO DEL IMAGINARIO CONTEMPORÁNEO:
Partimos del concepto de imaginario
propuesto por Castoriadis, ”fundamento ilimitado e insondable en el cual
descansa toda sociedad dada, la condición de posibilidad que jamás se da
directamente y que permite pensar la relativa indeterminación de la institución
y de las significaciones sociales (…)conjunto de esquemas organizadores que son
condición de representabilidad de todo lo que una sociedad puede darse ”; el
imaginario no es la imagen sino la condición de posibilidad y existencia de una
imagen, el centro invisible de una sociedad que se manifiesta en la manera de
vivir y ver el mundo de los pueblos y los individuos.
En el imaginario de la modernidad se
asociaba progreso técnico con progreso social, en una actitud optimista y
esperanzada. El siglo XX marca una
crisis en esa concepción, con la consiguiente pérdida de confianza en el progreso. Antes de avanzar en el
desarrollo de la tecnología, como centro en el imaginario contemporáneo, es
pertinente plantear la cuestión de la interpretación del progreso: como idea,
como mito o como creencia.” Interpretado como significación
imaginaria, el “progreso” incluía una representación racional y simbólica, unos
deseos y unos afectos específicos”, ya que en base a esta idea se formaba la
imagen de la sociedad deseable. Resulta entonces que, concebir el progreso como
idea no es suficiente por lo que se lo considera una creencia, en
la cual los individuos confían; se trata de una “significación imaginaria
social” capaz de dar sentido a las acciones sociales y de prometer aquello que
cabe esperar, es decir, imponer “unos fines deseables para la acción social”.
En cuanto al contenido de esta concepción
de progreso, significa el paso de lo inferior a lo superior, un avance natural
de la humanidad, el perfeccionamiento de los conocimientos y el
perfeccionamiento moral del hombre. Castoriadis señala al respecto:
“El término “moderno” expresa una actitud
profundamente auto (o ego) céntrica. La proclamación de “nosotros somos los
modernos” tiende a anular todo desarrollo ulterior verdadero. Más que eso, contiene
una curiosa antinomia. El componente imaginario-y consciente de sí-del término
implica la autocaracterización de la modernidad como apertura indefinida al
porvenir y, no obstante, esa caracterización sólo tiene sentido en relación con
el pasado. Ellos eran los antiguos, nosotros somos los modernos. ¿Cómo habrá
que llamar entonces a los que vengan después de nosotros? El término sólo
adquiere sentido sobre la hipótesis absurda de que el período autoproclamado
moderno durará siempre y de que el porvenir no será más que un presente
prolongado, lo que, por otra parte, contradice plenamente las pretensiones
explícitas de la modernidad”.
La
crisis de la creencia de progreso, implicó la
crisis de su afecto característico: la confianza.
En el siglo XX quedó claro que los
progresos en las técnicas no implicaban progreso social y entonces, aparece
otro afecto: la desconfianza; y el optimismo es sustituido por el pesimismo. Recae
sobre el futuro esperado el sentimiento de incertidumbre y sobre la técnica, recae
el sentimiento de ambigüedad. Esto mostraba también, junto al avance de la
razón, una faceta oscura del ser humano. El avance tecnológico que produjo
artefactos como la bomba atómica, capaces de poner en peligro a la humanidad toda,
estaba mostrando sin embargo su faceta de fracaso como logro social, “el
progreso técnico apareció disociado, repentinamente, del progreso de la
sociedad “.
Ya no se cree que el avance en ciencia
sea siempre y en todos los casos lo mejor para la humanidad; progreso y
bienestar no significan lo mismo.
” La bomba A de 1945 hizo estallar en
pedazos el consenso ingenuo que identificaba la mayor cantidad de ciencia con
lo mejor del hombre”.
El
conocimiento científico, queda sujeto a la sospecha.
La crisis en la idea de progreso, se manifestó
especialmente en la literatura: en los géneros utópicos, antiutópicos y en
ciencia ficción. El optimismo de la modernidad dio origen a la literatura
utópica, como propuesta de felicidad, que se ubicó primeramente en un espacio (“la
isla de Moro”) y luego en un tiempo (el futuro).
Del mismo optimismo emerge en el siglo
XIX la ciencia ficción, género que relaciona tecnología y futuro, estimulando
así la imaginación colectiva. Pero la literatura también expresó la crisis, a
través del género antiutópico, que se interrogaba sobre el futuro de la
humanidad. A diferencia de la utopía, que planteaba la felicidad, la antiutopía
muestra la desesperación y se presenta como advertencia.
La antiutopía puede ser entendida
trágicamente, expresando la imposibilidad de la acción y el cambio social, y
sus elementos básicos son: el totalitarismo, el embrutecimiento, la muerte de
los valores y la profunda tecnificación; surge del contexto que caracteriza al
período de las guerras mundiales y cuestiona, entonces, la técnica humana.
El análisis acerca del sentido de la
técnica y su amenaza potencial, nos deriva a la dimensión imaginaria de la
técnica moderna.
CIENCIA Y
TECNOLOGÍA-
¿En nombre de qué vamos a decidir
poner en práctica o no poner en práctica las nuevas técnicas, desde la
relativamente inocente fecundación in vitro hasta las vertiginosas
manipulaciones del genoma y la clonación? (…) puesto que ninguna referencia
expresa, ninguna norma moral o ley social es necesaria para aceptarlas...”
En sentido estricto,” técnica” es equiparable a “tecnología”, de acuerdo con la
definición de tecnología que brinda Mario Bunge:
“Un cuerpo de conocimientos es una tecnología si y sólo sí –
1) es compatible con la ciencia coetánea y controlable por el método
científico,
2) se lo emplea para controlar, transformar o crear cosas o procesos,
naturales o sociales.”
Dice Cabrera, en “Lo tecnológico y
lo imaginario”:
“(…) la técnica asume hoy la totalidad de las actividades del
hombre, y no solamente su actividad productora”,
afirma que no debe confundirse la técnica con la máquina, aunque ella nace a partir
de la existencia de la máquina.
La presencia de la máquina señala
una mirada particular sobre el mundo humano, instala un “orden mecánico” desde el
que se piensa toda la sociedad. En cambio, la técnica, es una visión previa a
la existencia de la máquina “la técnica clarifica, ordena y racionaliza (…) implica
una visión (…) un modo social de pensar y hacer.”
Esta reflexión, está presente desde
la antigüedad, aunque se profundiza en la modernidad.
Ningún hecho social, humano, espiritual, tiene tanta importancia
como el hecho técnico en el mundo moderno.
A partir de la modernidad, se
asoció la idea de progreso técnico
con progreso social, idea que permanece en el imaginario colectivo (aunque la
realidad nos muestra, que no siempre el avance tecnológico ha significado
beneficios para la humanidad).
El tiempo moderno es el
tiempo de la máquina, esa relación entre tiempo
y técnica marcan la reflexión sobre las significaciones sociales; la cualidad
del tiempo es su cantidad (“aprovecha el tiempo, vive la hora”),” la presencia
del aparato en la sociedad dirá algo sobre lo que la técnica es y significa
para esa sociedad”, dice Cabrera.
“La técnica es el punto donde se relacionan máquina y sociedad”.
Este autor, a través de un ejemplo,
establece la “conjunción histórica entre reloj y ferrocarril”: el reloj se considera, la máquina del
tiempo, de vital importancia en la sociedad industrial, porque-
1) logra sincronizar las acciones de los hombres,
más allá de la medición que el reloj hace del tiempo físico. La presencia del
reloj se cruza con la presencia de los medios de transporte, cuya velocidad
está en relación directa con el perfeccionamiento en la medición del tiempo” barcos
y primeros relojes mecánicos, tren y reloj mecánico de precisión, automóvil y
relojes de bolsillo, aviones y relojes de alta precisión (…)”
” Para el siglo XIX el reloj
había proporcionado una tecnología de cohesión que resultó inseparable de la
industria y el transporte, haciendo posible que toda una metrópoli actuase casi
como un autómata”
2) Es un artefacto o una máquina
omnipresente: “el reloj despertador es el
aparato más cercano al ser humano mientras duerme (…) contando las horas llama
a la vida de la vigilia al ser humano y así se convierte en el primer sonido e
información que escucha (…) la otra máquina emblemática es el reloj de pulsera
(…) marca el tiempo desde el lugar donde puede medirse el pulso corporal,
recordando el pulso social en el que el individuo está inmerso”.
3) El reloj es “el primer objeto
industrial que se produce en gran número para el consumo masivo y uno de los
primeros que sólo podía ser poseído por dinero”, a partir de este hecho
comienza la técnica para el consumo que además de la funcionalidad del aparato
debe agregarle características de mercancía, integrando el dinamismo de la
producción, según la ley de la oferta y la demanda.
“¿Por qué se ha convertido casi
inmediatamente en el símbolo mismo del orden del mundo?... el reloj es un
mecanismo construido, sometido a una racionalidad que le es exterior, a un plan
que sus engranajes realizan de manera ciega. El mundo reloj constituye una
metáfora que remite a Dios Relojero, ordenador racional de una naturaleza
autónoma” (Prigogine-Stengers, Metamorfosis
de la ciencia,p.73)
La importancia del reloj radica en
que prepara el denominado “tiempo de las
máquinas”.
“En el tiempo de las máquinas se trata de regular el ciclo de la
producción convirtiendo el tiempo en valor (…) producir más es ganar tiempo y esto
es ganar dinero”. Cambia, entonces, la
concepción cristiana- de “aprovechar el tiempo porque la vida es efímera”-por
la concepción moderna-“aprovechar el tiempo porque el tiempo es dinero”-.
“Un nuevo modo de ver el mundo permite la aparición de la racionalidad
científica que hace que la ciencia se convierta en condición de posibilidad de
la técnica”. Para muchos autores la técnica
moderna aparece con la concepción mecánica del universo (Galileo, Descartes, Newton).
Se mecaniza también la vida social,
Marx ya había advertido, acerca de la subordinación del hombre a las máquinas y
su reducción a “un simple apéndice de la máquina”.
Para Heidegger, la técnica es una forma de verdad, un “desocultar provocador”
de la naturaleza, igual que para Ortega
y Gasset, que considera que la máquina que el hombre crea , luego lo maquiniza,
por lo tanto ,la técnica va adquiriendo autonomía.
Jacques Ellul, citado por Cabrera,
se refiere a la autonomía, al automatismo y al autocrecimiento de la técnica:
“Podría decirse, además que todos
los hombres de nuestro tiempo están de tal manera apasionados por la técnica,
de tal modo seguros de su superioridad, de tal manera sumergidos en el medio
técnico que todos ellos, sin excepción, están orientados hacia el progreso
técnico, que en él trabajan todos, que en cualquier oficio todos buscan
perfeccionamientos técnicos , y que la técnica progresa en realidad a
consecuencia de este esfuerzo común.”
En el mundo de hoy, la técnica se presenta como sagrada, en el
sentido de que es expresión del poder
del hombre. Pero al mismo tiempo desacraliza el mundo en el que el hombre se
encuentra, porque el mundo es utilizado como un medio.
Seguir la línea de Heidegger, nos hace tomar
conciencia del peligro de la enajenación
frente a la técnica. Heidegger propone “serenidad
para con las cosas”, esto es, usarlas manteniéndonos libres de ellas.
“(…) dejar que los objetos técnicos
descansen en sí, como algo que en lo más íntimo y propio de nosotros mismos no
nos concierne. Podemos decir “si” al inevitable uso de los objetos técnicos y
podemos a la vez decirles “no” en la medida en que rehusamos que nos requieran
de modo tan exclusivo, que nos dobleguen, confundan y, finalmente, desgasten
nuestra esencia.”
En este sentido, también la literatura se
hace eco:
“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te
regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No
te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure
porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente
ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te
regalan-no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo
pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo, que
hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose
de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la
obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj, te regalan la
obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio
por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo a perderlo, de que
te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa.
Te regalan su marca, y la
seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a
comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el
regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. (Julio Cortázar)
Queda planteada la reflexión acerca del
uso de las tecnologías, ¿los artefactos al servicio del hombre o el hombre al
servicio de los artefactos? Los cambios tecnológicos acelerados de las últimas
décadas, han generado dificultad para adaptarse a ellos y ha producido en
ocasiones enajenación, creación de seudonecesidades y ausencia de crítica
frente a la oferta tecnológica.
Jean –Marc Lévy-Léblond, planteaba que la
literatura es quien puede ofrecer a los hombres “un conocimiento profundo, más
complejo, más justo (…) de lo que es su condición ,de lo que es su vida”, tan
impactada hoy por la tecnociencia. La literatura siempre presenta a la ciencia
“como en un espejo” dice este autor, ofreciendo una imagen del científico y
refiriéndose a lo esencial de la ciencia.
“La ciencia es distinta. Lo relativo, que
lo gobierna se imprime en ella; y esa serie de huellas de lo relativo, cada vez
más parecidas a lo real, constituye la certidumbre móvil del hombre. En ciencia
algunas cosas fueron obras maestras y ya no lo son (…) La ciencia se mueve
continuamente en su beneficio (…) Todo niega a todo, todo destruye todo, todo
crea todo, todo reemplaza a todo (…)La colosal máquina ciencia jamás reposa;
jamás está satisfecha (….) La ciencia desempeña en el progreso el papel de utilidad
(…)”
Coincidente con la crisis del “progreso” se
plantea el significado de la técnica en este nuevo imaginario que ya no alberga
la idea de que el futuro siempre será “necesariamente mejor”.
A fines del S.XX, la técnica comienza a
entenderse como tecnología ligada estrechamente al consumo.” Vivimos la crisis de las ideas y creencias básicas que
han movido a los hombres desde hace más de dos siglos”. En este contexto emerge
la noción de “riesgo” como un
“aspecto de las decisiones…” una “consecuencia de la imprevisibilidad de la
acción humana”, un peligro posible pero no establecido.” La sociedad del riesgo
se caracteriza esencialmente por una carencia: la imposibilidad de prever
externamente las situaciones de peligro”.
El
riesgo se vincula directamente con la ciencia y la técnica, se refiere a las consecuencias de su desarrollo, en el nuevo
paradigma de la sociedad de riesgo, las amenazas no se originan en la
ignorancia sino en el avance del conocimiento. Perder la confianza en el
progreso no impide que los cambios tecnológicos sigan su acelerado curso, y el
optimismo emerge asociado al “buen” uso que se haga de la técnica (“ética del
uso correcto de la técnica”) La sociedad del riesgo muestra las creencias
centrales del imaginario contemporáneo que gira en torno a las tecnologías por
ser ellas el núcleo de la vida político-económica y quienes recuperan de algún
modo la visión optimista pero ahora desde el mercado y el consumo. Estos
cambios se sintetizan, siguiendo a Cabrera, en un pasaje de la “técnica” a las
“nuevas tecnologías” y del “progreso” al “desarrollo”.
En cuanto a la percepción que se puede
tener del riesgo y la evaluación que de él se realice, León Olivé afirma que
dependen del contexto cultural pero no eso no significa que el riesgo sea un
fenómeno puramente subjetivo o intersubjetivo. También hay que considerar que
“no todo lo que se percibe como riesgo lo es objetivamente”. No es posible
señalar entonces una única manera correcta de percibir y evaluar los riesgos, pero
el autor subraya la importancia de la intervención de la sociedad en la
identificación y evaluación del riesgo, así como de las medidas que se tomen en
consecuencia:
“para
todo tipo de riesgo que afecte intereses colectivos de un sector de la sociedad
o de la naturaleza, es éticamente indispensable la participación pública en el
proceso que va de la identificación a la gestión del riesgo”.
Si no es posible que exista “una” forma
de identificar el riesgo, “una” forma de evaluarlo que se considere legítima, entonces
tampoco puede existir una forma de gestionarlo que sea “la” correcta. Hay que
buscar criterios a través del diálogo para llevar adelante esta tarea para
evitar el relativismo y tener en cuenta el pluralismo.
“…las percepciones del riesgo están
íntimamente ligadas a la comprensión de lo que constituyen peligros amenazas y
contingencias…Y la comprensión, podemos agregar ahora, es relativa a los
diferentes puntos de vista. No hay una única comprensión correcta del riesgo, como
tampoco hay una única y correcta manera de estimar el riesgo…
La indispensabilidad ética de la
participación pública en las discusiones y en la toma de decisiones sobre el
riesgo no se deriva sólo del carácter esencialmente debatible del riesgo; ni en
el caso de las tecnologías; sólo de la indeterminación de las consecuencias de
su aplicación”.
Los criterios cumplen la función de fijar
umbrales mínimos frente al posible riesgo,”por debajo de los cuales se
considera que un riesgo es despreciable”(Olivé, op.cit.).La dificultad reside
en encontrar un criterio que contemple a la totalidad de los ciudadanos por
igual.
El dilema de minimis “obliga a elegir entre protección promedio y protección igualitaria,
entre la eficiencia y la ética”.
” Por ej.: La eficiencia de una semilla
modificada genéticamente, podrá medirse de acuerdo con los propósitos que se
plantean los tecnólogos que la diseñaron, digamos, en términos de su
resistencia a una determinada plaga. Pero si al liberarse al ambiente hay
introgresión genética en variedades criollas de la especie, ¿considerarían los
biotecnólogos que diseñaron y produjeron la semilla esas consecuencias no
previstas para medir la eficiencia de su tecnología? Lo menos que puede decirse
es que se trata de un asunto controvertible. La conclusión es que la eficiencia
no puede considerarse como una propiedad intrínseca de los sistemas técnicos
pues no es posible prever todos los resultados de la aplicación del sistema y
siempre será necesario elegir cuáles consecuencias
se consideran pertinentes. Pero determinar cuáles consecuencias son relevantes
será un asunto controvertible y dependerá de los diferentes intereses y puntos
de vista”.
Pero más allá de los riesgos
considerados, la tecnología es el fenómeno dinamizador de la economía y la
sociedad, del desarrollo en sentido amplio, es una forma de expresar la
realidad actual, es “un discurso superior que pretende sobredeterminar la
sociedad y sujetar a su propio criterio técnico la eficacia de todas las
actividades del mundo”, la razón de la modernidad que consagraba a la ciencia
como saber certero, se convierte en razón tecnológica en la época
contemporánea.
Etiquetas:
EPISTEMOLOGÍA
jueves, 5 de septiembre de 2019
Suscribirse a:
Entradas (Atom)