domingo, 26 de mayo de 2013

CONTEXTO HISTÓRICO ÉPOCA MODERNA-III

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CONTEXTO HISTÓRICO ÉPOCA MODERNA-II

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CONTEXTO HISTÓRICO MEDIEVAL-PELÍCULA COMPLETA

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CONTEXTO HISTÓRICO ÉPOCA MODERNA

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CONTEXTO HISTÓRICO MEDIEVAL-PELÍCULA COMPLETA

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CONTEXTO HISTÓRICO MEDIEVAL

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CONTEXTO HISTÓRICO MEDIEVAL

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domingo, 5 de mayo de 2013

MÁS SOBRE LA VISIÓN ORGÁNICA DEL MUNDO


Seminario Epistemología:
Una mirada post-postivista
Organizado por : PsicoNet
Dictado por :
Dra. Denise Najmanovich

Clase 9
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Queridos Todos:

Les envío la clase 9 del seminario. Espero como siempre sus interesantes aportes y comentarios.
Denise
La experiencia espacial del medioevo:
Hasta los umbrales de la época moderna la imagen occidental (Europea) del mundo estuvo empapada por la experiencia medieval del espacio, que comenzó a cambiar de naturaleza a partir de mediados del siglo XIII.
En la antigüedad cada hombre tenía una cálida complicidad con la tierra que no sólo hemos perdido sino que hasta nos puede resultar inconcebible. El espacio medieval no era ni abstracto ni homogéneo, como el nuestro. Por el contrario, en la concepción medieval, el espacio no podía existir independientemente de las figuras que lo pueblan, el espacio emerge de las relaciones mutuas entre las personas y los objetos lo habitan, definen y configuran. No se concibe como un medio neutro, sino como una fuerza que rige la vida, la abarca, la determina... la fascina. El espacio medieval se vive más que se percibe, el hombre está embebido en él y no separado.
Más aún, en la Edad Media el espacio como nosotros lo conocemos aún no había nacido. Los idiomas medievales no tenían ningún término que permitiera expresar, ni siquiera de forma aproximada, un equivalente a nuestra idea de espacio abstracto. La "naturaleza" y el "paisaje" como algo separado e independiente del hombre – que devendrá sujeto – recién comenzó a surgir en el Renacimiento.
Aunque en el medioevo no se había desarrollado aún nuestra "idea de espacio", sí existían los lugares, el de Juan o el de María, las ciudades y los campos, las montañas y los valles. Lo que no formaba parte de la experiencia medieval era el espacio abstracto, geométrico, como un gran contenedor vacío y neutro. El lugar en el medioevo es el fragmento de tierra en el que se habita, del que se puede marchar y al que se puede volver. No debemos olvidar que la gran mayoría de los hombres y mujeres raramente se alejaba más de una veintena de kilómetros de su casa en toda su vida, que su experiencia estaba impregnada de los aromas de la tierra, del contacto con los árboles, las flores y los frutos. Más aún, el sentido de la vista no había adquirido la predominancia que alcanzaría en la vida ciudadana moderna, lo olfativo y lo táctil tenían para el hombre medieval (y en muchos sentidos también para el campesino o el aborigen actual) un inmenso valor cognitivo.
Nunca durante la Edad Media se concibió una extensión infinita y abstracta. Los mapas de la época son un ejemplo interesante de esta relación del hombre con el espacio. No se trata de representar un mundo independiente, separado, ni de dar unas coordenadas de ubicación abstractas. El mapa es un diseño de la concepción del mundo medieval. Mundo creado y regido por Dios, centrado en Jerusalem y habitado por la cristiandad o los infieles. No es un mundo geométrico flotando en un espacio abstracto, vacío. Es un mundo a la vez espiritual y concreto. En los mapas medievales queda expresada esa concepción del lugar, que parte de la experiencia de lo que se conoce y experimenta como arraigo y a partir del cual se imagina todo lo demás. Lo más cercano y conocido en el centro, lo más ignoto o extraño alejándose hacia la periferia. Por eso en el centro está ubicada Jerusalem, que al ser el lugar de convergencia espiritual para los cristianos merece ocupar ese lugar privilegiado. Es a partir de la ciudad santa que se organiza el sentido, al alejarnos de ella nos vamos adentrando en una "Terra Incógnita", maravillosa y temible poblada por los hombres de dos cabezas y otros monstruos deformes de diversa índole.
Al observar mapas medievales podemos ver que el espacio estaba fuertemente cargado de simbolismo y divido en regiones sagradas y profanas. Aunque se muestran territorios bien conocidos, no hay preocupación alguna por las proporciones espaciales. Eran más importantes los símbolos y las realizaciones alegóricas que la representación de direcciones y distancias.
Muchos mapas medievales expresan una característica común a múltiples cosmovisiones: en el centro nosotros. Nuestro espacio es sagrado, favorecido por los dioses, amistoso, permanente, y ordenado, mientras que en torno se cierne lo amorfo, caótico y peligroso. El espacio no es algo objetivo e independiente sino una propiedad tribal cerrada y regida por Dios.
Recordemos que las personas vivían en pequeñas comunidades y sentían la naturaleza en términos de relaciones orgánicas cuyos rasgos característicos eran la interdependencia de los fenómenos materiales y espirituales y la subordinación de las necesidades individuales a las comunitarias. Vivían embebidos en un universo orgánico, vivo y espiritual. Un animismo popular que dotaba a todos los objetos de vida y poder se amalgamaba con los relatos bíblicos y las adaptaciones de las concepciones Aristotélicas realizadas por la iglesia , que iban impregnando lentamente el imaginario social. La empatía, las emociones y las vibraciones tenían una importancia y una presencia permanente en los modos de conocimiento del mundo.
Todas las entidades que poblaban el cosmos medieval estaban inscritas y clasificadas en una jerarquía en la que los valores determinaban la colocación espacial de las entidades.
El lugar que un ser ocupa se percibe como una cualidad propia del mismo, no como algo externo o independiente, y mucho menos como un punto a ubicar en un sistema de coordenadas. Así como el lugar de proveniencia caracteriza a las personas, los objetos también tienen también un "lugar natural" y allí deben estar para mantener la armonía del cosmos. Esta concepción espacial tiene diversas vertientes, desde la experiencia del hombre medieval en su comunidad pequeña y poco relacionada con otras, hasta la concepción física aristotélica (que fue ampliamente adoptada por Santo Tomás en la construcción de la doctrina cristiana más influyente del medioevo). Para Aristóteles:
(...) los desplazamientos de los cuerpos naturales simples, como el fuego, la tierra y otros semejantes, no sólo nos muestran que el lugar es algo, sino también que ejerce un cierto poder. Porque cada uno de estos cuerpos, si nada lo impide, es llevado hacia su lugar propio, unos hacia arriba y otros hacia abajo. Éstas son las partes o especies del lugar, el arriba, el abajo y el resto de las seis direcciones. Ahora bien, estas direcciones (arriba y abajo, derecha e izquierda, adelante y atrás) no sólo son tales con respecto a nosotros, ya que para nosotros una cosa no siempre está en la misma dirección, sino que cambia según cambie nuestra posición, pudiendo una misma cosa estar así a la derecha y a la izquierda, arriba y abajo, delante y detrás. Pero en la naturaleza cada una es distinta, independientemente de nuestra posición, pues el «arriba» no es una dirección casual, sino adonde son llevados el fuego y los cuerpos ligeros, y de la misma manera el «abajo» tampoco es una dirección casual, sino adonde son llevados los cuerpos pesados y terrestres, de manera que ambas direcciones difieren no sólo con respecto a la posición, sino también por un cierto poder.
Citando a Hesíodo, Aristóteles da cuenta de la importancia del lugar en la concepción del mundo, pues se trata de una realidad primigenia:
Lo primero de todo fue el Caos, luego
Gea, de amplio seno
Gea, la madre tierra nace del Caos para albergarnos. No es un contendor abstracto sino un mundo concreto, en un cosmos ordenado a partir de su centro y cerrado en una primorosa esfera de estrellas engarzadas. El arriba y el abajo no son convenciones, sino nombres de experiencias diferenciadas (a nuestros pies la tierra, sobre nuestras cabezas el cielo y las estrellas).
El espacio medieval es tan cerrado como su orden social. Es un mundo clausurado donde no hay una geometría regular de relaciones espaciales, ningún sistema de medición abstracto que las encuadre, la necesidad de cuadricular el mundo recién se presentará cuando el universo se abra hacia el vértigo de la infinitud.
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MÁS SOBRE OBJETIVIDAD


Epistemología:
Una mirada post-postivista
 
Organizado por : PsicoMundo
Dictado por :
Dra. Denise Najmanovich

Clase 7
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Queridos Todos:
En primer lugar quiero agradecerles la paciencia pues me ha sido imposible enviar las clases del seminario con tanta regularidad como hubiera querido, las responsabilidades laborales y familiares me lo han impedido. Quiero también agradecer especialmente a todos aquellos que están participando activamente a través de sus comentarios y en la lista de discusión. No he podido tampoco contestar a todos los que me han escrito pero he intentado hacerlo lo más sistemáticamente posible. Y aunque no he participado de algunos debates e intercambios que han surgido, me alegro que se hayan dado, espero poder involucrarme más y sobre todo me resulta gratificante que se vaya tejiendo una red entre todos y que los intercambios no pasen exclusivamente por mí.
Hoy les envío la Clase 7 que comienza un análisis en profundidad del problema de la objetividad, encarado particularmente desde una perspectiva que haciéndose cargo de la función historizante pretende bucear en el nacimiento de esta creencia, su instauración y desarrollo en la modernidad y el ocaso posmoderno. Por lo tanto el tema se irá configurando como en una historia por entregas, Espero contar con sus críticas y aportes y que el material les resulte interesante. Un abrazo cordial para todos.
Denise
Clase 7
Introducción
Desde muy joven me resultó extraña la cuestión de la "objetividad del conocimiento". Para una adolescente rebelde de los 70 como fui, no podía pasar fácilmente desapercibido que el adjetivo "objetivo" se adosaba a todo lo que las autoridades, sean padres o maestros, intentaban hacerme aceptar sin discutir. A la vez, las ideas marxistas por las cuales estaba dispuesta a dar la vida también se sostenían desde una perspectiva cientificista y objetivante. La contradicción entre mi aceptación a rajatabla de la objetividad en relación a las concepciones marxistas y mi aversión a los autoritarios argumentos objetivistas que defendieran cualquier otro punto de vista, no me pasaba totalmente desapercibida. Sin embargo, no había tiempo, ni disposición, en aquella época para profundizar sobre estas cuestiones.
En los 80 el malestar fue creciendo y las fisuras del sistema de fundamentación de la ciencia y el conocimiento objetivista se me hicieron más patentes y esta vez afectaron tanto a mis convicciones políticas como a mis actividades científicas. Sin embargo, lo que media entre la percepción del desajuste entre las prácticas y las creencias, y la elaboración de una nueva concepción que desarrollara una perspectiva más rica e integradora de mi experiencia del mundo, era un camino arduo, retorcido, complejo y difícil.
En primer lugar debía dar forma a un conjunto de preguntas que dieran cuenta de esa sensación de malestar, de esa falta de adecuación que se presentaba cada vez más claramente, pero que no terminaba de tomar cuerpo. Luego de mi graduación en Bioquímica, y con el comienzo de la Maestría en Metodología, que coincide con el fin de la dictadura, el inicio de la democracia y la posibilidad de re-pensar lo social y lo personal más allá de la represión y la derrota, las preguntas que habían quedado a medio formular empezaron a cobrar cada vez mayor fuerza y forma.
Para mí la cuestión clave residía en la imposibilidad de dar cuenta de cómo un sujeto podía separarse de sí mismo, de su sociedad, de las formas de experiencia que conforman su historia, y de los medios a través de los cuales interactúa con el mundo, para producir un conocimiento puro, objetivo, desprejuiciado, desde una perspectiva externa e independiente del mundo en el que se halla inmerso.
A su vez, me resultaba claro que ciertas afirmaciones como "Esta casa es verde" diferían de una manera muy específica y radical con otras como " Amo a mi marido" , "Me duele la muela", o "Esta película no me gusta". Una teoría del conocimiento que se precie debía dar cuenta de una manera no trivial, de las diferencias entre estas afirmaciones. Por otra parte, los enunciados científicos como "La fuerza es proporcional a la masa por la aceleracióno "La luz se propaga en forma rectilínea y uniformeo "La evolución biológica es producto de la selección natural", parecen diferir de los dos tipos anteriormente citados. Las diferencias evidentes entre estas afirmaciones me llevaban a pensar que no se trataba de abolir sin más la distinción entre conocimiento objetivo y subjetivo, sino que debía emprenderse una búsqueda sistemática y rigurosa de su surgimiento y desarrollo para comprender a fondo porqué habían sido adoptadas, cómo fueron tejiéndose las redes conceptuales en las cuales surgieron y con las cuales fueron componiendo nuevas tramas.
Cuanto más reflexionaba sobre estas cuestiones más problemas aparecían, más preguntas iban tomando forma. Se fue haciendo evidente que preguntarse por la objetividad ponía en jaque un conjunto muy amplio de nociones: la distinción radical entre sujeto y objeto, la relación entre el conocimiento y el lenguaje, la teoría de la percepción, el problema de la verdad y el estatus de la realidad.
Más de una década de inmersión en la filosofía de la ciencia despejaron algunas cuestiones pero inauguraron otros problemas y me ayudaron a delinear los interrogantes que guían este trabajo.
Las concepciones positivistas del conocimiento, ya sean racionalistas o empiristas, coinciden en dar por supuesta la radical distinción entre sujeto y objeto del conocimiento. Pero esto es sólo una parte del problema, la otra está dada porque esta separación se concibe como una obviedad, es decir, de manera acrítica. Por ahora, no intentaré profundizar en esta última cuestión y me limitaré a explorar las consecuencias que ha tenido esta asunción de la independencia del sujeto respecto al objeto.
Para los que aceptan esta distinción radical, el conocimiento resulta ser una representación "interna" de lo que hay allí afuera independientemente del sujeto y éste es una mera superficie reflectante de la "realidad" exterior. Rorty llamo a este punto de vista "La filosofía como el espejo de la naturaleza". Ahora bien, desde esta perspectiva, ¿cuál es el rol del sujeto? Como un buen espejo, debe tratar de pasar desapercibido, tratar de que no se note su existencia. Por lo tanto, el sujeto sólo puede equivocarse, arruinar, degradar, distorsionar, porque cualquier interferencia va a hacer que la representación se "deforme", es decir, que sea menos isomórfica con las cosas de mundo. Aparece entonces claramente que según la teoría del conocimiento como representación, la subjetividad es exclusivamente una fuente de error.
Resulta paradójico que la filosofía que "inventó" al sujeto, fuera también la que más esfuerzos hizo por anularlo o minimizarlo. Descartes, que hizo grandes esfuerzos para parirlo, se encargó de aplastarlo apenas nacido. En una brevísima recapitulación de este proceso, puede señalarse que a través de la duda metódica Descartes llegó a la certeza de que "piensa, luego existe" . Pero, una vez arribado a este punto, el gran filósofo francés se dedicó con ahínco a restituir la realidad al mundo, ya que creía firmemente en la existencia de un mundo externo al sujeto. Lo que Descartes pretendía era volver a fundar el mundo sobre bases más firmes que las del edificio Aristotélico-Tomista que había visto explotar con gran estruendo y veía hundirse bajos sus pies. Paradójicamente, la duda para Descartes fue sólo un camino que recorrió metódicamente con el deseo de arribar a la certeza. La entidad y la exterioridad del mundo no estaban en discusión para él.
Para Descartes sólo había dos sustancias : res cogitans, y res extensa (es decir el sujeto y el mundo material). A partir de estas afirmaciones centrales de su filosofía, Descartes dirigió toda su energía a fundamentar el conocimiento humano del mundo. Siguiendo los lineamientos que se había trazado en sus meditaciones se preguntó cómo podía tener certeza respecto de su conocimiento del mundo y la respuesta que halló es que si existía Dios y había creado una criatura inteligente, no sería para engañarla siempre, por lo tanto aquellas cosas de las que podía hacerse una idea "clara y distinta" tenían necesariamente que existir. ¿Y cuáles son las cosas que según Descartes se pueden ver clara y distintamente? Los objetos matemáticos. Entonces del mundo lo que tiene entidad son los objetos o idealizaciones matemáticas.
"Sólo me queda por examinar si hay cosas materiales. Y ya sé que puede haberlas, al menos, en cuanto se las considera como objetos de la pura matemática, puesto que de tal suerte las concibo clara y distintamente. Pues no es dudoso que Dios pueda producir todas las cosas que soy capaz de concebir con distinción;"
(...)
"Sin embargo, acaso no sean tal y como las percibimos por medio de los sentidos, pues este modo de percibir es a menudo oscuro y confuso; empero, hay que reconocer, al menos, que todas las cosas que entiendo con claridad y distinción, es decir - hablando en general -, todas las cosas que son objeto de la geometría especulativa, están realmente en los cuerpos. Y por lo que atañe a las demás cosas que, o bien son sólo particulares [por ejemplo, que el sol tenga tal tamaño y tal figura], o bien son concebidas con menor claridad y distinción [como la luz, el sonido, el dolor, y otras semejantes], es verdad que, aun siendo muy dudosas e inciertas, con todo eso, creo poder concluir que poseo todos los medios para conocerlas con certeza, supuesto que Dios no es falaz, y que, por consiguiente, no ha podido ocurrir que exista alguna falsedad en mis opiniones sin que me haya sido otorgada a la vez alguna facultad para corregirla."
De la enorme sensualidad que del mundo disfrutan los seres humanos sólo se tomaron en cuenta las cualidades mensurables de los objetos, ya que eran las únicas expresables en el lenguaje matemático de la época. Eliminada la subjetividad del sujeto, se perdió también la sensualidad del objeto que fue reemplazado por una representación abstracta (generalmente matemática).
"La naturaleza de la materia, o la del cuerpo tomado en general, no consiste en ser una cosa dura, o pesada, o coloreada, o que afecte a nuestros sentidos en cualquier otra forma, sino en ser una sustancia extensa en longitud, anchura y profundidad"
El paso siguiente fue considerar a esa descripción o representación matemática del mundo como la única forma legítima de conocimiento, la única descripción verdadera y racional del universo.
Descartes quería construir el edificio del conocimiento sobre bases inamovibles, su objetivo central era encontrar un fundamento indubitable, absoluto. De este modo la filosofía cartesiana instauró un modo específico de relación del hombre como sujeto y el mundo como objeto que ya había comenzado a desarrollarse en el renacimiento y que seguiría tomando forma y extendiéndose en los siglos siguientes.
La noción de sujeto racional - capaz de conocer la naturaleza como " lo otro de si" y elaborar una imagen o representación de la misma - no nació mágicamente y completa, como Palas Atenea con sus armas -, sino que fue tomando forma a lo largo de varios siglos y se incluyen en una constelación conceptual constituida a su vez por las nociones de fundamento último, realidad única y verdad absoluta. El Mundo o la Naturaleza tampoco apareció de golpe, sino que llevó mucho tiempo desgajar al hombre de su entorno, separarlo de la tierra y de Dios, aislarlo de su comunidad para producir un individuo.
La filosofía Cartesiana marca sólo un momento en que las prácticas sociales permiten que aparezca en la conciencia de algunos hombres un conjunto de nuevos contenidos que se relacionan mejor con las formas de vida del hombre moderno que las categoría medievales heredadas, es por ello que la hemos mencionado en primer lugar. Sin embargo, la transformación conceptual e intelectual que transformó al hombre medieval en sujeto moderno comenzó antes de Descartes y se extendió hasta mucho después que este autor falleciera.
Es mi intención explorar ciertos aspectos de esta transformación de las mentalidades que considero que son las bases sobre las cuales se asentaron los conceptos de sujeto y de conocimiento objetivo.
La mentalidad humana no se transforma en un día, sino que es necesario atravesar un largo proceso histórico que incluye modificaciones en el estilo de vida, el sistema relacional, las prácticas cotidianas, las concepciones e instituciones políticas, las creencias filosóficas, las concepciones y estilos científicos y artísticos, e incluye las dimensiones pragmáticas, cognitivas, sensibles y afectivas, afectando tanto a la ético como a la estética.
Ni el sujeto, ni la objetividad –tal como los conocemos nosotros- existían en la Edad Media. Son una invención del espíritu moderna, nacieron de la transformación de la mentalidad y el estilo de vida de la sociedad Europea. No hemos de encontrarlos antes del renacimiento, y tampoco aparecen claramente en él aunque es en esta época en que empiezan a cambiar manifiestamente las condiciones de vida que los harán posibles. Comenzaremos entonces nuestro viaje genealógico en esta época, procurando ejercer la función historizante de manera tal de que sea posible ver emerger tanto al sujeto como al objeto de conocimiento, en una narración rica que no se concibe como única o completa, sino que permite dar sentido a las preguntas que la hicieron surgir.
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miércoles, 1 de mayo de 2013

MÁS SOBRE FÍSICA CUÁNTICA

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DESCARTES

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